Por dónde empezar con Amanda y Oriol. Con nuestra primera boda en Menorca y mi primera boda de varios días. Con una pareja, dos familias y muchos amigos que me hicieron sentir parte de la casa desde el primer día. Desde el mismo momento en que me bajé del avión, me subí al coche de alquiler y me acerqué a su casa cerca de Fornells, a sentarnos en el jardín y hablar de los planes para la semana, de sus viajes y de los míos.
Recuerdo muchos momentos con especial cariño, como la llegada tranquila al brunch. Subir la pendiente que llevaba a la casa y ver a Amanda en la terraza de la piscina, de espaldas, vestida con el precioso vestido blanco con el que se casó su madre. Fotografiarla sin avisar y llamarla para verla girarse con una sonrisa en los labios, alzando el brazo para saludarme. Escaparme con Oriol y con ella a hacerles un par de fotos juntos; la confianza segura y radiante con la que se miraban. Fotografiar a los primeros invitados en llegar entre mimosa y mimosa (las primeras que probaba). Las explicaciones de Amanda y Oriol sobre los invitados, las anécdotas para explicarme quiénes eran, lo infinitamente atentos que estaban a todo y lo generosos que eran con todos. Nos encantan las parejas alegres, las parejas simpáticas, las expresivas, las que se emocionan, las que se ilusionan; pero nada me gusta más que las parejas buenas, y Amanda y Oriol demostraban serlo a cada momento.
El segundo día, viernes: sol abrumador, brisa enérgica, chiringuito y playa. Alternar cañas con paella y con chapuzones, y más cañas y chapuzones. Un día perfecto en el que terminé con la cara quemada y las mejillas doloridas de tanto sonreír.
Y el día clave, el sábado. La expectación y la familiaridad; las ganas de fiesta en un lugar que ya conocía y con personas que me habían hecho sentir parte de la familia desde el primer día. Un día que comenzó soleado, acompañando a Oriol y a Amanda mientras se preparaban (Oriol guapísimo con complementos de su abuelo, Amanda espectacular con un vestido diseñado con su hermana en Juan Carlos Grao), y continuó entre las tormentas repentinas que trajo con ella la tramontana. Uno de los mejores recuerdos que comento a muchas parejas fue la reacción de los invitados a cada tormenta: ovacionándola a gritos, aplausos, carcajadas. Cuando atacó la primera ni siquiera teníamos dónde resguardarnos; sin un techo a la vista en pleno yacimiento arqueológico de una basílica paleocristiana dentro de la Finca La Concepció. Recuerdo hacer fotos preguntándome cuánto aguantaría mi cámara mientras la de repuesto se mantenía seca dentro de la mochila, los invitados tapándose como podían con las sombrillas y Oriol sonriente bajo la lluvia, sin querer taparse. Amanda llegó cuando escampó (en un jeep de safari, como todos los invitados) y el cielo nos respetó el tiempo justo para la ceremonia, el jaleo de caballos menorquines y unas fotos en el yacimiento y a la orilla de la Cala Blanca. Puede que el día no saliera como habían planeado: con el cocktail con vistas a las calas, la comida (sin tormenta) en el exterior y el baile bajo las estrellas. Pero no pudo ser un día más espectacularmente feliz, y no hay una sola foto que no me recuerde lo bien que lo pasamos todos.
En el último día, ya de madrugada, después de bailar decenas de canciones con el dúo Fusiona2 y los djs Phun Music (ambos geniales) y alargar mi despedida una y otra vez, se me hacía extraño decirles adiós, sin otra fiesta que retratar al día siguiente. Menos mal que siempre nos quedarán los reportajes para volver a vivirlo todo :)
Créditos bajo las fotos.